Bautista Agut, de criar caballos para competiciones a ganar la Copa Davis con España
El equipo de Copa Davis de España se consagró campeón por sexta vez tras quedarse con la primera edición del nuevo formato. En la “Caja Mágica” de Madrid, los locales fueron superiores a todos los demás equipos y festejaron con su público cada punto jugado.
Roberto Bautista Agut fue uno de los integrantes del equipo español. Su semana fue incluso muy especial por haber perdido a su padre durante la competencia y haberse ausentado para despedirlo y volver al equipo para coronarse campeón.
Pero además, su historia es muy particular. A los 31 años, cuando no está compitiendo en el circuito ATP, vuelve a su pueblo para cuidar de los siete caballos que su familia posee. Con esas siete yeguas suele hacer excursiones de hasta 80 kilómetros. Además, es propietario de otros caballos que son criados para competir.
Tres días antes de que España ganara una nueva Ensaladera, Bautista Agut tuvo que volar de inmediato a su pueblo para acompañar a su padre en sus últimas horas de vida. Tras el entierro decidió volver a Madrid para acompañar a sus compañeros de equipo y conseguir un punto importante ante Canadá, el otro finalista.
De él, el circuito profesional de tenis rescata varios aspectos. Se trata de un jugador muy detallista, que no deja librado al azar nada y mucho menos la recuperación, la alimentación y el descanso. Esto le permitió, con más de 30 años, alcanzar su mejor nivel y el noveno puesto del ranking ATP.
Si bien Agut de chico quería ser futbolista, como su padre, uno de sus abuelos lo terminó inscribiendo en una academia de tenis, donde forjó su futuro. Con el fútbol había llegado a dar algunos pasos importantes, como jugar en las categorías inferiores del Villarreal.
El domingo pasado, el propio Rafa Nadal le brindó su elogio. “Yo he ganado ocho partidos de los 11 que necesitó España para conseguir el título, pero aquí la persona que ha sido vital ha sido Roberto. Él es un ejemplo para el resto de mi vida”, dijo el tenista manacorense.
Fuente: La Nación