Este lunes arrancó el tercer Grand Slam del año en Wimbledon. El torneo, que se disputa sobre césped, es el certamen de tenis más añejo del mundo. Esta competencia, que se juega en el All England Club, se realiza desde 1877 y tiene como tradición (de las más duraderas en la historia del deporte) que los participantes deben vestirse de blanco.
Todo comenzó en la primera edición, allá por el siglo XIX en Church Road. En aquel entonces se convocó a 22 tenistas masculinos y todos fueron a jugar, curiosamente, con ropa blanca. Pero aquella casualidad tiene un contexto ya que las clases altas solían vestir de ese color, por consiguiente, al ser un deporte "para las élites", todos acudieron de esa manera.
Otra de las razones por la cual se mantiene este código de vestimenta tiene que ver con el sudor de los jugadores ya que este es mucho más evidente en ropas de color. Esas manchas se consideraban tan impropias y antiestéticas que se optó por usar el blanco para minimizarlas a la vista de los presentes. De esta manera, este color empezó a quedar fijo en todas las ediciones de Wimbledon ya que era el recomendado.
Sin embargo, de la recomendación se pasó a la reglamentación. En 1963 Wimbledon impuso el blanco en todas las ropas de todos los tenistas participantes sin excepción. De todas formas, en los últimos 60 años la regla ha sufrido variantes ya que en 1995 se pasó del "predominantemente blanco" al "casi completamente de blanco". Casi una década después, en 2004, se pidió que los accesorios que utilicen los jugadores también sean de ese color. Tanto los logos como las marcas que visten a los tenistas también deben de ser muy pequeñas para no romper con la tradición.
Actualmente el All England Club modificó un poco las reglas a favor de las jugadoras y les permitió, a partir de 2023, usar ropa interior lisa y con colores intermedios u oscuros, siempre y cuando no sea más larga que la falda o short que utilicen en los encuentros.
Sin embargo, a lo largo de todos estos años, ha habido jugadores y jugadoras que desafiaron este código. En 1977 fue Sue Baker quien utilizó una falda más corta de lo permitido en el certamen ya que en ese entonces no se permitía que esté por encima de las rodillas. Posteriormente, entre 1988 y 1990 Andre Agassi se negó a participar en Wimbledon porque no aceptaba el reglamento, a raíz de su excéntrica vestimenta de colores a fines de los 80' y principios de los 90'.
Por último, un caso muy curioso fue el de Roger Federer en 2013. El suizo, en su debut, salió a la cancha enteramente de blanco salvo por un detalle: la suela de sus zapatillas que eran de color naranja. De esta manera la organización alertó al siete veces campeón de Wimbledon y tuvo que cambiar de calzado para su siguiente encuentro.