Antes que nada, para quienes no saben, una competencia Pro-Am es un evento por golpes en donde participan grupos de 1 profesional y aficionados (como máximo: tres aficionados y el profesional). En la mayoría de los casos se accede por invitación y se juega en un formato llamado Fourball. Ésta modalidad determina que gana el equipo que tiene mejor score, contando la mejor pelota de cada uno (obviamente, al aficionado se cuenta el score que hizo en el hoyo, descontándole los golpes de ventaja que tiene por su hándicap). Generalmente, estos torneos se dan el día previo a la competencia oficial. Ahora bien, este tipo de torneos se juegan algunas veces en paralelo con la competencia profesional, como es el caso del tradicional “AT&T Pebble Beach National Pro&Am” (Un profesional y un aficionado).
Viernes 29/11 02.00 am. El Pro-Am que comenzaba a partir de las 09.30am les puedo asegurar que, para mí, había comenzado antes. Me costó mucho dormirme. Era una sensación rara que no me dejaba conciliar el sueño, una mezcla de una ansiedad enorme por ver a muchas leyendas (que no me cansaba de seguirlas por tele e investigar sobre su palmarés) y el miedo a pasar papelones, dado mi alto hándicap. Sabía que era una oportunidad única de compartir la pasión que llevo por el golf con gente que hace de este deporte su forma de vivir.
El despertador sonando y mis 4 horas de sueño hacian que lejos de calmar los nervios mi ansiedad aumentara. Llegué a La Providencia 1 hora y media previa a mi horario de salida. Quería ejecutar la mayor cantidad de golpes posibles en el driving range para calmar mi cabeza. Al llegar al club a retirar mi tarjeta, tuve la suerte de conocer al anfitrión de la ceremonia. Nada más ni nada menos que Vicente “El Chino” Fernández. Segundo máximo ganador del VISA Open en Argentina (detrás del gran Roberto De Vicenzo), ganador del hoy llamado BMW Pga Championship en 1979 (Superando a Gary Player por un golpe) y excelente trayectoria en el Champions Tour con 4 Victorias. Allí estaba, en su carro, con la chomba de su circuito “Chino Golf” y, junto a su mujer, Marcela, agradeciéndonos el hecho de haber aceptado su invitación, esperando que disfrutemos de la jornada. Les puedo asegurar que esas palabras ya me habían empezado a calmar un poco. Que una gloria como lo es “El Chino” nos reciba como si fuéramos parte de una familia, es un privilegio enorme.
Llego el momento de hacer el precalentamiento y enfrentar el desafío de una cancha de nivel internacional como La Providencia. Encima, el incesante viento no ayudaba. Ya la había jugado un par de veces y siempre me había costado. Pero, sus instalaciones, el diseño que te deja jugar y te ofrece muchas variantes desde el tee (que te castiga también si tomás riesgos innecesarios), y la excelente presentación que ofrece día a día hacen que nunca la pases mal, a pesar de ser exigido. Mis tiros en el driving no estaban tan mal como había pensado. Sin embargo, sabía que al lado mío iba a tener un profesional con todas las letras de la talla de Jorge “Coqui” Berendt (otra estrella que no es necesario que agregue mucho. Uno de nuestros excelentes representantes del European Tour en los años 90 y 2000. Victoria en el Cannes Open de 2001, comentarista en su momento de Golf Channel LA y dueño de un sombrero estilo tejano inconfundible). Usé hasta el último minuto de práctica antes de ir a la salida en el horario asignado. No quería dejar pasar ningún detalle.
Listo para pegar, espero en el tee a mi compañero y lo veo llegar con el sombrero del que les hablé, y su hermano Emilio en la bolsa. Se presentan ambos de manera muy amigable y cortés, tratando de que me relaje en todo momento. “Yo en los Pro-Am no vengo a ganar, vengo a pasarla bien y en eso nos tenemos que concentrar ambos” me dijo Coqui. Y les puedo asegurar que la amabilidad que tienen ellos, la tienen todos los profesionales que están ahí. Ellos saben lo que generan y no te marcan distancia. Buscan que te sientas en casa, que disfrutes con ellos. Ahora, así y todo, reconozco que al principio me costó soltarme. Tímidamente, le dije mi profesión y le conté un poco de mi relación con el golf. Pero, en el fondo quería que mi primer tiro salga como venía pegando en el driving. Trataba de no desenfocarme de esa situación para generar confianza desde mi juego.
Me paro en el tee y me dispongo a pegar luego de la salida perfecta de él. Lamentablemente, los resultados no fueron los esperados y la pelota terminó 50 yardas a la izquierda del fairway en una laguna. No sabía dónde meterme. Sin embargo, también las consecuencias de ese tiro fueron totalmente distintas a las que me hubiera imaginado. Jorge entendió en el momento que estaba al ser mi 1er Pro-Am. Desde ahí cambio todo. Su gran vocación y preocupación porque yo “la pase bien” pudieron mas que mis nervios. Ese 1er tiro fue el punto de inflexión.
Pasó el primer hoyo y uno de sus objetivos era ayudarme con mi defectuoso swing. Me marcó algunos tips muy valiosos (que obviamente me los llevo y no voy a parar de ponerlos en práctica) y le puedo asegurar que logró que mejore y mucho. De a poquito me fui soltando y sentía que estaba hablando con alguien que conocía de toda la vida, con el cual compartíamos la misma pasión. Los hoyos pasaban y los chistes, la charla de golf (acerca de su carrera, de conocimientos de detalles del campo, de la preparación antes del torneo, entre otras cosas), el pedido de consejos (en todo momento tuvieron tanto él como su hermano muy buena predisposición) y la camaradería predominaban. Primer tiro que pegué bien en toda la tarde (luego de unos cuantos hoyos) y los aplausos de ambos llegaron en ese momento y ante cada tiro bien pegado. ¡No saben lo bien que se siente tener un gesto de aprobación de alguien que admiraste! Era un sueño hecho realidad. Dos profesionales y dos señores dentro y fuera de la cancha ambos.
En paralelo a lo nombrado recientemente, veía cómo se preparaba un profesional junto a su caddie para el inicio del evento. No se les escapa ningún detalle. Caídas, situaciones de juego, conteo de yardas milimétrico, entre otras cosas. Cada vez que llegaban al green (luego de completar el hoyo), tres o cuatro golpes de práctica en el lugar donde había estado por última vez la pelota y, más o menos, en donde estaban señalizadas las banderas (con un punto marcado con aerosol) para el día siguiente que comenzaba la competencia. Todo un ritual del tándem. Es una preparación que les puedo asegurar que vale la pena ver (párrafo aparte para el approach que hizo en el Hoyo 10. Una obra de arte literal. Menos mal que era el día de práctica de ellos). Me impacté al ver cómo el caddie es tan importante como el profesional. Cada uno conoce al otro de memoria y saben sus limitaciones. Hay un estudio minucioso antes de arrancar un torneo, sin perder de vista la competencia que disputábamos, que es clave a la hora de salir a jugar.
Pasaron los hoyos, y llegamos al último. Mi mejor tiro ejecutado y quedó pegado a un árbol. Así es el golf. Nadie me quita lo bailado. El abrazo cálido que me dio Coqui y su hermano y la gentileza en todo momento de que me lleve buenos momentos de esa ronda no me la voy a olvidar nunca. No me importó el resultado y a él tampoco. Ambos fuimos a la entrega de premios, que a pesar de la lluvia incesante, fue en el mismo ámbito familiar con el que lo arrancamos. El Chino, nos agradece, nos pide disculpas por si algún detalle fue librado al azar (les puedo asegurar que no hubo ninguno a mi criterio. Pero estas palabras hablan de la humildad de un crack como es este señor) y procede a la premiación. Luego, llegó el ágape, con un gran catering y el evento había concluido.
Ojalá tenga el placer de disputar otro evento así. Si pueden, anímense a disputar un Pro-Am. Es mucho lo que se gana y nada lo que se pierde.
Matías Miguel Torge para No Está Dada