La historia de los estadios que hacen historia: San Mamés, Athletic Club
Un equipo único en el mundo merece un estadio que represente y proyecte sus valores y filosofía. Por esto, San Mamés, más que un campo de fútbol es un icono para los amantes de este deporte. El Athletic Club es una entidad única en el mundo y ha conseguido plasmar, otra vez, este mismo espíritu en un espacio majestuoso que ya cuenta con un lustro de vida, siendo así uno de los estadios más benjamines de LaLiga. Se podría pensar que este nuevo hogar podía hacer perder el carácter histórico y mágico con el que contaba la antigua ‘Catedral’ – el antiguo San Mamés – pero eso sería no conocer lo especial de este club, afición y ciudad.
El Athletic Club es el único club profesional que, en sus 120 años de historia, ha contado únicamente con jugadores nacidos en su región, en este caso, el territorio histórico vasco. Un valor de identidad que deriva en una fidelidad y actitud estoica de afición y por supuesto, jugadores, a los que llaman “cachorros” mientras se forman en la escuela de Lezama; y “leones” una vez que llegan al primer equipo. Pero ¿cómo es posible plasmar este ADN en un estadio? La respuesta es sencilla: basándose en la propia ciudad de Bilbao. El nuevo San Mamés es la guinda del pastel de la que es una de las ciudades, arquitectónicamente hablando, más ricas de Europa y la máxima exponente de ciudad posindustrial, gracias a construcciones de trascendencia internacional como el Museo Guggenheim de Frank Gehry o la Torre Iberdrola. Una transformación que la ciudad comenzó a finales del siglo XX y continúa con la construcción del que es uno de los estadios más vibrantes de Europa y, a la vez, un nuevo emblema de la ciudad que convive a la perfección con su entorno.
La ubicación del estadio se encuentra al final de la trama urbana del Ensanche de Bilbao, asomándose de manera privilegiada sobre la Ría y convirtiendo al edificio en una pieza arquitectónica que se manifiesta con fuerza y rotundidad. Construido anexo al antiguo estadio, mantiene las tradiciones que hacían que jugar en La Catedral fuera algo más que un partido de fútbol. La ofrenda de flores al busto de Pichichi para aquellos equipos que juegan por primera vez en el estadio o el atronador grito de “¡Athleeeeeetic!” que precede al himno del club lo atestiguan. Este clásico afán por intimidar al equipo contrario es el motivo por el que, en palabras del equipo de arquitectos del estadio, la configuración de las gradas ha sido diseñado para “crear un efecto de presión e intimidación sobre el equipo visitante, alentando a su vez a los jugadores locales”. Un hecho que multiplica, todavía más, el apoyo de una afición entregada a Los Leones. “El efecto visual, la cercanía del aficionado al terreno de juego, junto con el efecto acústico del atronador sonido de la afición, proporcionan un ambiente de fútbol excepcional”, aseguran los responsables de San Mamés.
Por otra parte, este es un estadio que, si desde el interior intimida, su exterior enamora. Su característica fachada, semitransparente y permeable, presenta una pieza arquitectónica que destaca por su singularidad, reforzando los vínculos con la ciudad y el entorno. La iluminación de la misma cambia su tono blanco por cualquier combinación de colores y formas que pueda plantearse, conformando un edificio majestuoso en las noches de partido iluminando la ciudad. Un ímpetu, a nivel constructivo, urbanístico y de diseño, que se ha visto reconocido con los principales galardones internacionales de arquitectura – fue nombrado el ‘Mejor Edificio Deportivo del Mundo’ en el World Architecture Festival 2015 – además de obtener el requerimiento de Categoría Élite según la UEFA y ser el único estadio español sede de la Eurocopa de 2020. Un emblema más para la ciudad que se une a la larga lista de los hitos arquitectónicos de la capital vizcaína, sólo que, en este caso, habitan más de 53.000 leones.