Domingo 5 de Febrero de 2017
Cada año durante el partido más importante de fútbol americano y uno de los eventos deportivos de mayor movimiento a nivel mundial, un hecho convertido en tradición como es el baño con Gatorade al entrenador campeón, se ha vuelto una de las imágenes preferidas por la televisión al momento de realizar un compacto de los mejores momentos del SuperBowl, tal vez sin conocer su origen.
Y es que, un par de años después de que la marca de bebidas rehidratantes de Pepsico haya firmado un contrato de patrocinio con la NFL, un recordado entrenador llamado Bill Parcells, protagonizó una de las más recordadas hazañas de la historia del deporte al quedarse con el campeonato en el año 1984, de la mano de un Jim Burt intratable quien logró levantar un racha negativa de meses atrás.
Lo cierto es que, en afán por remarcar la importancia de los cambios que el entrenador pedía a sus jugadores, se realizó una serie de pruebas físicas y mentales absolutamente desafiantes en las que entre otras cosas preparó a
Burt para cargar cantidades de peso, por encima de su promedio, logrando fortalecerlo más de lo esperado.
Al final, tras quedarse con el título en gran parte gracias a sus curiosos desafíos, Burt se acercaría por detrás a su entrenador vertiendo todo el contenido del envase lleno de Gatorade del equipo con el objetivo de demostrarle que era capaz de cargar el peso de dicho contenedor.
De este modo, junto con una sonrisa cómplice de su entrenador, se convertiría en una de las máximas tradiciones de la competencia hasta la fecha, muchas veces ignorando una historia que hasta el día de hoy presenta nuevas versiones.
Y es que, un par de años después de que la marca de bebidas rehidratantes de Pepsico haya firmado un contrato de patrocinio con la NFL, un recordado entrenador llamado Bill Parcells, protagonizó una de las más recordadas hazañas de la historia del deporte al quedarse con el campeonato en el año 1984, de la mano de un Jim Burt intratable quien logró levantar un racha negativa de meses atrás.
Lo cierto es que, en afán por remarcar la importancia de los cambios que el entrenador pedía a sus jugadores, se realizó una serie de pruebas físicas y mentales absolutamente desafiantes en las que entre otras cosas preparó a
Burt para cargar cantidades de peso, por encima de su promedio, logrando fortalecerlo más de lo esperado.
Al final, tras quedarse con el título en gran parte gracias a sus curiosos desafíos, Burt se acercaría por detrás a su entrenador vertiendo todo el contenido del envase lleno de Gatorade del equipo con el objetivo de demostrarle que era capaz de cargar el peso de dicho contenedor.
De este modo, junto con una sonrisa cómplice de su entrenador, se convertiría en una de las máximas tradiciones de la competencia hasta la fecha, muchas veces ignorando una historia que hasta el día de hoy presenta nuevas versiones.