Hace unas semanas tuve la oportunidad de correr el Baja Inka en Perú. Una vez más disfruté de lo que es competir en las inmensas dunas del desierto peruano. La sensación es indescriptible. Para un piloto de rally, la inmensidad del desierto tiene un significado muy especial.

Por un lado, el desierto nos brinda un espectáculo majestuoso con sus dunas interminables y su aparente soledad. Por otro, es todo un reto ya que nos exige al máximo cuando de navegación se trata. En medio de la nada, uno debe agudizar sus sentidos para seguir la hoja de ruta al pie de la letra y no perderse.

Esa sensación es la que volveremos a vivir el próximo año, cuando el Rally Dakar 2018 se ponga en marcha. Después de varios años, la competencia de motor más extrema del mundo volverá a tierras peruanas. Volverá al desierto y a las dunas, las cuales forman parte del ADN de una carrera que siempre se encarga de exigirnos al máximo.

Faltan 100 días para el Dakar, tiempo exacto para ponernos a punto y encontrarnos con esas dunas que tanto añoramos. Tiempo en el que debemos seguir trabajando la mente, el cuerpo y la máquina. Cien días en los que debemos mantener claro el objetivo: estar entre los mejores del mundo.